Fanatismo legalista
Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas… ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Mateo 23:4, 23.
Si hay una estrategia magistral de Satanás para apartar de Dios a la gente es tomar lo bueno, lo que es lícito y que proviene de Dios mismo, y llevarlo a un extremo, tergiversando su sentido y razón de ser. El fanatismo legalista, o fariseísmo, como todo tipo de fanatismo, especialmente el religioso, ha producido un tipo de religiosidad represora, castradora, asfixiante, que amarga el espíritu y no solo produce cristianos sombríos, tristes, neuróticos, sino también provoca repulsión en la gente que no conoce a Dios o en los espíritus sensibles.
Según nos dice Jesús en nuestro texto, el fariseísmo se caracteriza, entre otras cosas, por imponer pesadas cargas morales sobre la conciencia de la gente. Son normas humanas, que limitan la libertad de pensamiento y acción, y forman una especie de corsé simbólico, pero de gran peso psíquico, que encierra y esclaviza a los seres humanos de la manera más tiránica, pues son prisiones psicológicas y morales, que acompañan a las personas dondequiera que vayan. Quienes participan de este espíritu legalista siempre se sienten en falta, y esto los lleva a hacer esfuerzos neuróticos para agradar a Dios, en vez de gozar de su gracia. Su mayor aspiración es vivir para “cumplir” esas normas y sostener el estilo de vida propuesto por los fariseos. Si creen que han logrado cumplir con todas estas demandas, esto los llena de orgullo espiritual, y empiezan a mirar a sus compañeros creyentes con soberbia, pues sienten que son más santos que aquellos que, “pobrecitos”, todavía no han alcanzado el grado de excelencia espiritual que ellos. Si, por el contrario, ven que no pueden cumplir, se llenan de culpa, se desaniman y deprimen, y viven frustrados y amargados.
No perciben que el amor y todos los valores cristianos que se derivan de él, como la compasión, la solidaridad, la integridad, son lo que a Dios realmente le interesa.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie
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